Mercaderes de ilusiones

Por Guillermo Zerrate, junio 2015

Amanece de repente y.… con mi realidad me encuentro…

Y el encanto y la inocencia se interrumpen con desvelos

Y enfrento así mi verdad con ansiedad, con anhelos,

de ser alguien en la vida y salir del desespero

Del hambre y de la miseria y poder alzar mi vuelo;…

De pronto… una voz me llama y me muestra otros sueños

Que si me puede cumplir, que solo es cuestión de retos…

Y con risas y promesas, me deslicé en los deseos

con ilusionismo y brillos que deslumbraron mis sueños,

Que nunca me dieron  padre,   madre, ni ancestros…

Y mi inocencia y virtudes entregué y los puse en riesgo

Sin poder jamás medir las consecuencias del juego

Que de esperanzas y risas,  convirtieron en infierno;

Y vendieron mi inocencia… y encadenaron mi cuerpo

Y esclavizaron mi alma y la encerraron cual puerco,

En un laberinto oscuro donde solo ruedo… y pierdo,

y siempre quise que un día, se esfume el macabro sueño,

que jugándome la vida, creí que podría vencerlo…

y  yo no me daba cuenta que más me hundía en el  intento,

Sin  poder pedir ayuda a nadie en mi desespero…

oscurecieron mi ser… en objeto convirtieron

Sin más posibilidades, que morir en mis silencios;

Sin mi propia voluntad, fui esclava de sus deseos

Donde mi inocencia di, creyendo en todos los versos,

Que recitaron padrones que nunca mostrar quisieron,

Sus verdaderas sonrisas de hienas y lobos fieros…

Sin sentimiento o conciencia porque son, seres perversos

Que negocian con la vida de inocentes… con  sus sueños,

Convirtiendo en mercancía sus anhelos y sus miedos

de ser alguien en la vida y feriando como un juego

a los inocentes  vivos, que en muertos nos convirtieron;

matando las ilusiones, tatuando un tatuaje eterno

que nunca en la realidad se borra… ya, que laceran su  interno…

dejando heridas profundas que nunca salen del cuerpo,

 convirtiendo a un inocente en mercancía, en  objeto

robando sin consultar su inocencia con sus sueños

el  deseo y la fantasía… las ganas  de ser eternos…

y trascender del infierno a un cielo que es verdadero…

¡ Ya es hora de despertar del encanto de aquel juego !

Haciendo consciencia todos que sí venden falsos cielos;

Que tenemos que asumir nuestro camino correcto

Y que debemos luchar por salirnos de este infierno,

Asumiendo que es  trabajo de conciencia,  y no un juego

Rechazando así entre todos, los “mercaderes de sueños”…

Para poner en cintura a todos estos perversos

Que trafican con la vida y que se creen los dueños

disimulando sus garras para destrozar un vuelo…

Cualquiera podría  caer en sus fauces de veneno…

Sabiendo que somos más los sanos y los correctos

Siendo la esencia divina… en cadena…reaccionemos! …

Poema para una prostituta

Y las prostitutas les preceden a ustedes en el Reino de los Cielos – Mt. 21, 31 Es más fácil para un camello pasar por el ojo de una aguja que para un rico entrar al Reino de Dios. – Lc. 18, 25

Hombres necios que acusáis

Estabas en un diario de la tarde

Mirándonos. Mirándome.

No era dolor, vergüenza o desafío:

me estabas personando.

Por tener siempre el mismo lecho

y el mismo hombre en el lecho

y el mismo amor creciendo.

(¡Ah, no tener que inventarlo a pedazos…

Y lo mejor de todo: tener que resguardarlo

para que no se quiebre o se marchite).

Me estabas perdonando porque mis hijos nacen;

porque no tuve que podar el ala

de la mujer, capaz de eternizarse.

Porque conozco el grito de la vida que llega

y la fiebre que llega, y el cuidado…

Porque supe del vaivén de una cuna

(en tu recuerdo, sólo un vaivén de caderas…)

Porque un hombro me espera en el cansancio

y somos dos para enfrentar la muerte.

(en tu recuerdo, soledad con otros

más terrible que estar sola contigo).

Me perdonas mi vida. Y ni siquiera

me rechazas por eso.

Hermana- te diría- Hermana nuestra.

Culpa nuestra. Pecado compartido.

Invitada a la mesa

también como nosotros. Y no te hicimos sitio;

Y no te dimos ni agua

para abreviar la espera.

(… no quedó más remedio que estrujar la del barro.)

Y seguimos proclamándonos puros,

honestos, satisfechos

de esta virtud sin pruebas, sin caídas.

No dejes de mirarnos. De mirarme.

Tal vez por eso, el ojo de la aguja

me dé paso al final

y allí te encuentre:

no en un diario cualquiera de la tarde,

sino en la Luz, de frente,

arropada de Amor.

Y me avergüence.

Radio María 2 de julio de 2007

Mi nombre es Ana

Por Andrea Natasha Murga Chaves

Mi nombre es Ana y heme aquí tirada

Con la cara desfigurada

Desangrada en tristeza, agonía y frustración.

Mi nombre es Ana y tengo los senos mutilados

Y la vagina desgarrada

Oí voces todo el tiempo

Y yo sólo pensaba en mi familia y mi casa

Salí por la cena y no volví.

Mi nombre es Ana y me arrastraron hasta un carro

Y de los golpes me dormí

Cuando  abrí los ojos deseé morir.

Mi nombre es Ana y estoy atada, desnuda, sin memoria y con historia

Abrieron la puerta…

Unos pasos, dos o tres

Eran varias las risas

Yo, yo sólo moría.

Mi nombre es Ana y empezaron a golpearme, a morderme, gritarme y violarme

Odian mi cuerpo y mi género

Es por eso que me azotan

Como si fuera un toro

Un toro ya herido

Así, clavan cada puñalada.

Mi nombre es Ana y no sé cuántas veces me he desmayado

Sólo sé que sonrío al pensar que será la última vez

Ríos de sangre me inundan

Me patean y cargan hasta la parte trasera de una camioneta.

Mi nombre es Ana y estoy agonizando

Me falta el aire y veo pasos alejándose

Estoy en un desierto

Fingiendo ser la arena

Esperando que las tormentas me lleven lejos  de ellos

El sol no se apiada de mi

lloro

Soy carroña

Soy la preocupación de mi madre

Soy la muerta de nadie

Soy una desaparecida más

Ya no hay dolor

Sólo agonía

Lamo una lágrima

Cae sigilosamente hasta mi boca

Es como si lamiera la vida por última vez

Empiezo a alucinar

¿he muerto ya?

Me preguntado millones de veces esto en tan poco tiempo.

Mi nombre es Ana he muerto

A nadie le importa

Mis asesinos siguen sueltos

Y mi familia sigue buscando mi cuerpo.

Mi nombre es Ana, Johana, Andrea, Mariana, Lorena, Nadia, Cinthia, Nayeli, Mali, Tiare

Tenía rostro, tenemos

Ahora no me encuentran ni me encuentro

Somos las muertas

Cada una con nombre cuenta

Las nombro por mí y por ellas

Tercer tiempo: Aquel de vosotros que esté sin pecado…

Si las ves al pasar no blasfemes

ni te rías, ni llores. La piedra

te podría – quien sabe- dañar de rebote.

Si las ves al pasar calla y piensa:

son mujer, prostituta… ¡persona!

como tú y como yo; como un oro cualquiera.

Yo las vi una a una

ofreciendo a los ojos sus piernas

atractivas, ansiosa de brazos

que destruyen y secan.

La miré y las amé porque vi

que su espera

rezumaba dolor y amargura.

Era invierno y el frío

las mordía en la carne

mucho más que en el horno y la piedra.

Aguardaban que alguno,

moderando su paso pidiera

lo que un mujer puede dar

al que llega…

Las hallé soportando el calor

de esas horas terribles de siesta,

y advertí en su mirada cansancio

de vivir, siempre expuestas

al hurgar degradante y absurdo

de moscones y abejas

que se dicen honrados, y visten

quizá ropas nuevas.

Comprendí la injusticia flagrante

de ese mundo tan limpio y compuesto,

y capaz de negarles  “a ellas”

el derecho a sentirse personas…

Cada vez que las veo en mis sueños

aguardando, aguardando en hileras,

imagino un gran cepo

y en el centro, sangrando la presa:

oigo voces airadas que exigen

-¡como entonces! – la justa condena

de inmensa basura, ludibrio,

maldición y vergüenza.

Si mi voz resonara

con el timbre y el brío de Aquella…

Ay,

El rectángulo azul de mi pobre ventana

no es azul sino gris y la estela

que las aves de acero dibujan

no me dejan pensar, no me dejan…

Un tronido angustioso, rotundo

nos envuelve  y ahoga. La tierra,

y los hombres, y el mar… En el cepo,

las pobres, recogiendo la piedra…

¿Prostituta o mujer?

Las llaman “prostituta”

los que las prostituyen.

Las llaman “mujeres de la calle”

los que las echan de sus casa.

Las llaman “mujeres de la vida alegre”

los que ponen su alegría en pisotearlas.

Las llaman “mujeres libres”

los que las apresan.

Las llaman “mujeres de la vida”

los que están muertos y no aman la vida.

Las llaman “pecadoras”

¨los limpios” fariseos hipócritas.

Las llama “mujer”

Jesús,

El que las ama,

El que las acoge,

El que no las condena,

El que las perdona.

Las llama “mujer”

Jesús

El que con cariño y cercanía

Las invita a cambiar de vida

A reconstruirse…

A quererse con “autoestima”

Ya vivir plenamente

Como “mujer”.

Y tú ¿cómo las llamas?

Prostituta o ¿mujer?

Hombres necios que acusáis

Por Sor Juana Inés de la Cruz (Juana de Asbaje y Ramírez; ¿1648?-1695)

Arguye de inconsecuentes el gusto

y la censura de los hombres que en

las mujeres acusan lo que causan.

Hombres necios que acusáis

a la mujer sin razón,

sin ver que sois la ocasión

de lo mismo que culpáis:

si con ansia sin igual

solicitáis su desdén,

¿por qué queréis que obren bien

si las incitáis al mal?

Combatís su resistencia,

y luego con gravedad

decís que fue liviandad

lo que hizo la diligencia.

Queréis con presunción necia

hallar a la que buscáis,

para pretendida, Tais,

y en la posesión, Lucrecia.

¿Qué humor puede ser más raro

que el que falta de consejo,

él mismo empaña el espejo

y siente que no esté claro?

Con el favor y el desdén

tenéis condición igual,

quejándoos, si os tratan mal,

burlándoos, si os quieren bien.

Opinión ninguna gana,

pues la que más se recata,

si no os admite, es ingrata

y si os admite, es liviana.

Siempre tan necios andáis

que con desigual nivel

a una culpáis por cruel

y a otra por fácil culpáis.

¿Pues cómo ha de estar templada

la que vuestro amor pretende,

si la que es ingrata ofende

y la que es fácil enfada?

Mas entre el enfado y pena

que vuestro gusto refiere,

bien haya la que no os quiere

y quejaos enhorabuena.

Dan vuestras amantes penas

a sus libertades alas,

y después de hacerlas malas

las queréis hallar muy buenas.

¿Cuál mayor culpa ha tenido

en una pasión errada,

la que cae de rogada

o el que ruega de caído?

¿O cuál es más de culpar,

aunque cualquiera mal haga:

la que peca por la paga

o el que paga por pecar?

Pues ¿para qué os espantáis

de la culpa que tenéis?

Queredlas cual las hacéis

o hacedlas cual las buscáis.

Dejad de solicitar

y después con más razón

acusaréis la afición

de la que os fuere a rogar.

Bien con muchas armas fundo

que lidia vuestra arrogancia,

pues en promesa e instancia

juntáis diablo, carne y mundo.